TRIBULACIONES DE UNA CAJERA


Prométeme que jamás vas a permitir que nadie te confunda con tu caja. Eres un ser humano, y no un biiiip. Los clientes se creen con derecho a todo, y no es así. Ahí van algunas sugerencias: El cliente -¿Estás abierta? La cajera educada -Yo no, pero mi caja sí. La cajera en cuestión se llama Anna, tiene veintiocho años, es licenciada en Literatura y lleva ocho años detrás de la caja registradora de un supermercado por cuestión de mera supervivencia. El trabajo no parece muy complicado. Una caja no entiende más que de códigos de barras y de bips, y en el oficio la verdad es que no hay que esperar grandes cambios cuando los días parecen iguales unos a otros, con gente que compra, que viene y que va y que puede llegar a confundir a la cajera con un florero. Y sin embargo, la sucesión de anécdotas, despropósitos y disparates que pueden llegar a producirse a lo largo de un día está muy lejos de la tediosa rutina que suponemos. Es más, como clientes, a menudo olvidamos que se nos está observando y analizando. Se trata, pues, de ver la otra cara de la moneda y de sentirnos o no identificados, pero siempre retratados en este divertidísimo docudrama y testimonio real de una cajera muy atribulada.

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"Las palabras vuelan, lo escrito permanece"