La insólita amargura del pastel de limón

Rose tiene casi nueve años cuando descubre que posee una extraña habilidad: es capaz de adivinar los sentimientos de los demás al probar comida preparada por ellos. Lejos de ser un poder agradable, este don le trae más de un quebradero de cabeza porque revela las emociones más amargas de su madre, una mujer que delante de la familia oculta la soledad que siente. «No podía soportarlo: era como leer su diario en contra de mi voluntad» (pág. 135). Le ocurre lo mismo con las cocineras del colegio y de cualquier restaurante, por lo que se las debe apañar en solitario para encontrar manjares que no le transmitan tanto dolor.
Mientras Rose se refugia entre alimentos basura y hace un esfuerzo para tragar los platos de la cena en casa, conocemos la vida de sus allegados. En primer lugar, sus padres: una mujer en apariencia feliz que por dentro siente una gran tristeza, y un hombre sencillo, aunque tiene sus peculiaridades. El hermano mayor también se lleva una parte del protagonismo, gracias a una gran inteligencia que se desvanece con los años por la actitud retraída del joven. Precisamente a través de él entra en escena el último miembro del elenco: un amigo perspicaz y encantador que enseguida se gana la confianza de la pequeña Rose.

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"Las palabras vuelan, lo escrito permanece"