Análisis de Amanecer (3a parte)



Esperando que tengan un excelente fin de semana, hoy les traigo la tercera parte de mi Analisis de Amanecer la Pelicula. Les Recuerdo que si no han visto la pelicula no sigan leyendo no quiero ser culpable de arruinar su función..


Como ya les he contado anteriormente (eso creo) estoy analizando la película en función al libro comparando lo Bueno lo Malo y lo Extraño jajaja, si hay cosas que no venían al caso y lo comentare más adelante, el día de hoy solo les contare lo que estubo apegado al libro o por lo menos lo más aproximado, así que les traje fragmentos del libro, se que las imagenes dicen más que mil palabras pero, las letras nos hacen entenderlo muchisimo mejor ¿no creen?

Y comenzamos...


LA FIESTA

Tan pronto como mis pies pasaron las traicioneras escaleras le busqué con la mirada. Durante un segundo escaso, me distrajo la profusión de flores blancas que colgaban en guirnaldas desde cualquier cosa que hubiera en la habitación que no estuviera viva, pendiendo en largas líneas de vaporosos lazos, pero arranqué los ojos del dosel en forma de enramada y busqué a través de las filas de sillas envueltas en raso, ruborizándome más profundamente mientras caía en la cuenta de aquella multitud de rostros, todos pendientes de mí. Hasta que le encontré al final del todo, de pie, delante de un arco rebosante de más flores y más lazos.



La ceremonia desembocó suavemente en la fiesta de recepción, correspondiendo con el plan intachable trazado por Alice. En esos momentos se ponía el sol sobre el río: la boda había durado exactamente el tiempo necesario para permitir que el sol se desvaneciera entre los árboles. Las luces del jardín relumbraban mientras Edward me conducía hacia las cristaleras traseras, haciendo brillar las flores blancas. Allí había otras diez mil flores más que ejercían la función de carpa fragante y aireada sobre la plataforma de baile, alzada sobre la hierba entre dos de los cedros más antiguos.


LA NUEVA FAMILIA 
El aquelarre de Tanya era ahora casi tan grande como el de los Cullen. Contaba con cinco miembros: Tanya, Kate e Irina a los que se habían unido Carmen y Eleazar, de un modo muy parecido al que se habían unido Alice y Jasper a los Cullen. Todos ellos deseaban vivir de un modo más humano al que solían estar acostumbrados los vampiros.
Pero a pesar de toda la compañía, Tanya y sus hermanas se sentían solas en cierto sentido. Todavía estaban de luto, porque hacía mucho tiempo también habían tenido una madre.

Detrás de mis amigos humanos venían mis nuevos primos políticos, el clan vampiro de los de Denali. Me di cuenta de que estaba conteniendo la respiración cuando la vampira que estaba a su frente, Tanya, supuse, por el tono fresa de sus rizos rubios, avanzó para abrazar a Edward. A su lado, había otros tres vampiros de ojos dorados que me miraban fijamente con abierta curiosidad. Una de las mujeres tenía el pelo largo, de un rubio muy pálido, liso como la seda del maíz. La otra mujer y su acompañante tenían el cabello negro, con un matiz oliváceo en sus rostros de aspecto pálido como la tiza.

Y los cuatro eran tan hermosos que hicieron que me doliera el estómago.
Tanya seguía reteniendo a Edward.
—Ah, Edward —dijo ella—, te he echado de menos.
Él se echó a reír entre dientes y maniobró para deshacerse del abrazo, colocando con ligereza la mano en su hombro y dando un paso hacia atrás, como si quisiera verla mejor.
—Cuánto tiempo ha pasado, Tanya. Tienes un aspecto magnífico.
—Tú también.
—Déjame que te presente a mi mujer —era la primera vez que Edward pronunciaba esa palabra desde que se había convertido en una verdad oficial y parecía que iba a explotar de satisfacción al decirla. Todos los de Denali se echaron a reír suavemente en respuesta—. Tanya, ésta es mi Bella.
Era tan hermosa como habían predicho mis peores pesadillas. Me echó una mirada que era más especulativa que resignada, y después alzó la mano para tomar la mía.
—Bienvenida a la familia, Bella


Se mantuvieron todas las tradiciones al uso. Me vi acribillada por el flash de muchas cámaras fotográficas mientras sostenía en alto el cuchillo sobre un pastel espectacular, demasiado grande, pensé, para el grupo relativamente íntimo de amigos y familiares presentes. Nos turnamos para darnos pastel el uno al otro. Edward se tragó valientemente su trozo mientras yo lo miraba con incredulidad. Luego, arrojé el ramo nupcial con una habilidad desconocida, justo a las manos sorprendidas de Angela. Emmett y Jasper aullaron a carcajada limpia ante mi rubor mientras Edward me quitaba la liga prestada (con los dientes, de forma muy cuidadosa) que yo había deslizado previamente casi hasta mi tobillo. Se la tiró a Mike Newton a la cara volviéndose para enviarme un rápido guiño.



—Es la isla Esme.
El barco se deslizó hasta colocarse con exactitud en la posición adecuada: pegado a un corto muelle de planchas de madera deslustradas que adquirían un tono blanquecino a la luz de la luna. Reinó un silencio absoluto cuando se detuvo el motor, pues no había más sonido que el chapaleteo de las olas contra el casco de la nave y el susurrar de la brisa entre las palmeras. El aire era cálido, húmedo y fragante, como el vapor que permanece después de una ducha de agua caliente. —¿Isla Esme? —repetí con un hilo de voz, y aun así sonó demasiado alta y quebró la paz de la noche.
—Es un regalo de Carlisle, y Esme se ofreció a prestárnosla.
Un regalo. ¿Quién regala una isla?




Dejó las maletas en el muelle y luego se volvió y esbozó aquella sonrisa perfecta suya mientras se me acercaba, pero en vez de darme la mano, me tomó directamente en brazos.

—¿No se supone que debemos esperar hasta llegar al umbral de la casa? —pregunté, sin aliento, cuando él saltó con agilidad fuera del barco.

El sonrió con ganas.

—No soy nada si no lo hago todo a fondo.
Sujetando los asideros de las dos enormes maletas del barco con una mano y acunándome en el otro brazo, me subió hacia el muelle y se encaminó hacia el sendero de pálida arena que se perdía en la umbría vegetación.

Entonces Edward se detuvo y encendió la última luz. La estancia era grande y blanca, y la pared más lejana era casi toda de cristal, el tipo de decoración estándar de mis vampiros. Fuera, la luna brillaba con fuerza sobre la arena blanca y, justo unos cuantos metros más allá de la casa, refulgían las olas. Pero apenas me di cuenta de eso. Estaba más concentrada en la inmensa cama blanca que había en el centro de la habitación, sobre la que colgaban las nubes vaporosas de una mosquitera.

Necesité un par de inhalaciones profundas y después me acerqué a los espejos que colgaban sobre la larga encimera del baño. Tenía el aspecto de alguien que se ha pasado todo el día durmiendo en un avión. Encontré mi cepillo y lo hundí con rudeza en las marañas que tenía en la parte posterior del cuello hasta que las desenredé y las cerdas quedaron llenas de pelo. Me cepillé también los dientes de forma meticulosa, dos veces. Después me lavé la cara y me eché agua sobre la nuca, que me ardía febril. Esto me hizo sentirme tan bien que me lavé los brazos también y finalmente decidí abandonar y meterme en la ducha. Sabía que resultaba ridículo ducharse antes de nadar en la playa, pero necesitaba tranquilizarme y el agua caliente era la única forma fiable que tenía de hacerlo.
Y afeitarme de nuevo las piernas me pareció también una buenísima idea.



—Mírate, Bella, y dime entonces si no soy un monstruo.

Herida, atónita, obedecí su orden sin pensarlo y entonces se me escapó un jadeo.

¿Qué me había ocurrido? No comprendía qué era esa vaporosa nieve blanca que tenía pegada a la piel. Sacudíla cabeza y una cascada blanca revoloteó desde mi pelo.
Cogí un trozo pequeño y suave de aquello blanco entre los dedos. Era plumón.
—¿Por qué estoy cubierta de plumas? —pregunté, confundida.
El resopló impaciente.
—Mordí una almohada, o dos. Pero no es eso de lo que estoy hablando. —¿Que... mordiste una almohada? ¿Por qué? 
—¡Mírate, Bella! —casi rugió. Me cogió la mano, con mucho cuidado y me estiró el brazo—. Mira esto.
Ahora me di cuenta de a qué se refería.
Bajo las plumas espolvoreadas se empezaban a formar, por toda la extensión de color pálido de mi piel, grandes cardenales de color púrpura. Seguí con la mirada el trazo que hacían hasta mi hombro, y después vi cómo descendían a través de mis costillas. Liberé la mano para presionar sobre un punto de piel descolorida en el antebrazo izquierdo, que repentinamente desapareció donde lo había tocado para reaparecer poco después. Sentí un ligero dolor punzante.
De una forma tan ligera que casi no parecía estar tocándome, Edward colocó la mano sobre los cardenales del brazo, y los siguió uno por vez, acomodando sus largos dedos al diseño que trazaban sobre mi piel.



Mi entretenimiento se convirtió en la prioridad número uno de nuestra estancia en isla Esme. Hicimos snorkel, aunque más bien fui yo quien lo hizo puesto que él alardeó de su capacidad para pasar sin oxígeno de forma indefinida. Exploramos la pequeña sección de selva que rodeaba el pico rocoso. Visitamos los papagayos que vivían en el verde dosel formado por la jungla para ver qué había en el extremo sur de la isla. Contemplamos el crepúsculo desde una cueva rocosa que había en la tona occidental. Nadamos con las marsopas que jugaban en las cálidas y someras aguas. O al menos eso hice yo, porque cuando Edward estaba en el agua, las marsopas desaparecían como si hubiera un tiburón cerca.
Yo sabía qué era lo que pretendía, estaba intentando mantenerme ocupada, distraída, de modo que no pudiera continuar fastidiándole con el asunto del sexo. En el momento en que hacía el intento de abordarle sacaba uno de los millones de DVD que tenía bajo la pantalla gigante de plasma o me atraía
fuera de la casa con palabras mágicas como «arrecifes de coral», «cuevas sumergidas» y «tortugas marinas». Estábamos todo el día de un lado para otro, de modo que cuando el sol se ponía me encontraba completamente famélica y exhausta.
Me quedaba casi dormida sobre el plato cuando terminaba de cenar todas las noches, incluso una vez me adormecí de verdad en la mesa y mi marido tuvo que llevarme a la cama en brazos. Parte del asunto era que Edward hacía demasiada comida para una sola persona, pero yo tenía tanta hambre después de nadar y escalar todo el día que me lo comía casi todo. Entonces, llena y molida, apenas podía mantener los ojos abiertos. Y esto formaba parte del plan, sin duda.



Asentí algo avergonzada.

—Y las almohadas parece que han sobrevivido también.

—Desafortunadamente, no podemos decir lo mismo de tu, esto, camisón —señaló con un asentimiento hacia los pies de la cama, donde se encontraban los restos de encaje negro destrozados sobre las sábanas de seda.

—Qué mal —repliqué—, ése me gustaba de verdad.
—A mí también,
—¿Hay alguna otra baja? —le pregunté con timidez.
—Tendré que comprarle a Esme un cabecero nuevo —confesó, echando una ojeada sobre su hombro. Seguí la dirección de su mirada y me quedé atónita cuando vi que faltaban unos trozos grandes de madera de la parte izquierda del cabecero, que parecían haber sido arrancados.
—Mmm —fruncí el ceño—, supongo que debería haber oído esto.
—Creo que, en gran medida, pierdes la capacidad de observar cuando tienes la atención fija en alguna otra cosa.


La mano se me apoyó en el estómago de forma casi involuntaria, como si fuera un acto reflejo.
—¡Oh! —chillé de nuevo.
Me puse en pie tambaleándome para salir de entre las manos inmóviles de Edward. No me había quitado los pantaloncitos de seda azul y la camisola que me había puesto para dormir, así que alcé de un tirón la tela y me quedé mirándome fijamente la barriga.
—Imposible —susurré.
Aunque no tenía ninguna experiencia con embarazos, bebés o cualquier cosa relativa a ese mundo, no era ninguna idiota. Había visto suficientes películas y programas de televisión para saber que esto no funcionaba así. Sólo se me había retrasado cinco días. Si de verdad estaba embarazada, mi cuerpo no podría haber registrado aún ese hecho. No podía tener mareos matutinos, y desde luego, no habrían cambiado mis rutinas de alimentación y de sueño.
Y aún más claramente, no podía tener un pequeño, pero definido, bulto sobresaliendo entre las caderas.
Giré el torso hacia delante y detrás, examinándolo desde todos los puntos de vista, como si fuera a desaparecer debido al modo en que incidía la luz.
Recorrí aquel pequeño bulto casi imperceptible con los dedos, sorprendida por lo duro que se sentía bajo la piel.

Si leyeron todo podrán darse cuenta que Edward rompió la cabecera en su segunda vez que hicieron el amor, no en la primera como nos hacen creer.
No se ustedes pero a mi me gusto más el libro ....pero también disfrute la película jajaja quién nos entiende verdad..
También estoy disfrutando bastantes detalles que no vi en la pantalla por lo rápido que suceden como por ejemplo la nueva familia ahora puedo ver que llevaban puesto y como iban peinadas, etc.
Espero les haya gustado mi Análisis yo lo estoy disfrutando mucho.

Besos






2 comentarios:

  1. un analisis espectacular
    a mi la pelicula me sorprendio mucho
    no esperaba reirme tanto

    y no se cual elegir creo que no lo necesito amo el libro y ame la peli

    ResponderEliminar
  2. la verdad, a mi también me gusto más el libro, sin embargo también me encanto la película :3....fue ver todo lo que leí, aun que admito que en cada escena que pasaba, argumentaba algo acerca del libro, obviamente solo par amis oidos xD...ya sabras si lo empezaba a decir en voz alta

    xD

    ResponderEliminar

Gracias por comentar
"Las palabras vuelan, lo escrito permanece"