Recuerdame para qué necesito un hombre

Amelia Lockwood no pretendía parecer codiciosa. Con una fabulosa carrera en televisión, un apartamento de lo más pijo y cuatro amigas, tremendamente leales y perversamente divertidas, sabe que debería estar dándole gracias a Dios por todo ello. Pero cuando ve que cada vez está más cerca de dejar atrás los treinta, Amelia empieza a preocuparse por lo único que falta en su, por el contrario, exitosa vida: ¡Un marido!

Si no es demasiado pedir, Amelia quiere un marido —no un novio, ni amante, ni siquiera una apasionada aventura de una noche—, sino un anillo de boda y el vestido de sus sueños de Vera Wang. Cuando ve el anuncio de un cursillo nocturno llamado «Cómo encontrar marido a los treinta y cinco», finalmente se decide a tenerlo todo, un tradicional anillo en el dedo para final de año. De modo que, después de veinte años de valerse por sí misma, Amelia se traga su orgullo, se inscribe en un campamento de entrenamiento en citas y recluta la ayuda de un profesional.

Es ahí donde entra Ira Vandergelder, nativa de Nueva York y cinturón negro en lengua-fu —una mujer que es más elegante que un bolso de cocodrilo y más cáustica que un dedo lleno de picante en el ojo—, que enseña a la romántica sin remedio de Amelia a aplicar los principios del marketing en el mundo de las citas, a convertirse en una mujer que vive y respira para alcanzar su sueño de tener marido del mismo modo en que se ha dedicado a su trabajo. Aunque ello conlleve seguirle la pista a todos los hombres que ha amado y perdido a lo largo de su vida.

Con el constante apoyo y los mordaces comentarios de sus cuatro amigas, Amelia rememora su agitado pasado romántico, desde el primer amor que la abandonó durante el concierto Live Aid al más reciente de sus ex, apodado oficialmente como «aquél cuyo nombre no debe pronunciarse jamás». Mientras Amelia reconoce que su futura felicidad no puede esperar al destino, debe afrontar la lección número uno: si no puedes aprender de tu pasado, ¿cómo esperas seguir adelante?